Cocinando en la cocina de carbón: Los zapatos


RecordandoMe los volvi a calzar

De pequeña me encantaba poner zapatillas eran cómodas y no me pesaban en los pies, era un problema para convencerme a ponerme los zapatos. Recuerdo que cuando me dejaban de servir estaban casi nuevos. A mi los zapatos que de verdad me gustaban  eran los “zapatos que suenan”.
Los de flamenca eran perfectos, sobre todo los primeros que me regalaron, eram unos zapatos rojos de flamenca preciosos. En ese momento no sé qué me empezó a gustar más, ¿si los “zapatos que suenan” o los “zapatos de rojos”?

Ahora recordando los “zapatos que suenan” vinieron a mi cabeza los zuecos de madera (madroños, madreñeros y madreñas) y me acordé de cuando siendo pequeña me compraron unos. Me encantaba eso de ir andando por la casa con los zuecos iguales a los de mi bisabuela Vene (Veneranda) y que además sonasen.
Aún los conservo, y para variar están nuevos, esta vez no por falta de uso y si porque solo me dejaban andar con ellos en casa porque me pegaba unos leñazos por el suelo y por otro lado cuando somos niñas los pies nos crecen rápido y (para pena mia) los zapatos mágios me dejan de servir en un plis plas.




Aquellos zapatos de rojos y aquellos zuecos tenían alma… los rojos por ejemplo pasaron de generación en generación, abuela, madre, hija, nieta… yo fui la ultima en calzarlos, los pobres ya no aguantaban más pies. Mis zuecos no tenia tanta alma como mis “zapatos que suenan” pero yo se la di con mi imaginación, recuerdo que  para mi eran los hijos pequeños de los zuecos de Vene y por eso eran muy especiales. No era poca cosa ser hijos de los zuecos de Vene porque no era poca cosa ser los zuecos de Vene. Lo que quiero decir es que lo más importante no eran los zuecos hechos con leños del monte, eran ser los zuecos de mi bisabuela Veneranda, mi bisabuela Vene.

Veneranda, una Mujer Respetable. Eso quiere decir su nombre.
Yo, la recuerdo eso si, como una mujer con una lucidez in-común, especialmente en lo que se refiere a juzgar el mundo  y las personas. Siempre (o casi siempre, ¡porqué ante todo era una mujer-humana!) abría la boca para decir la cosa acertada. 
Me encantaba observarla bajar las escaleras para ir a la carbonera y preparar la comida para los animales y salir al patio a dar de comer a las gallinas  y a los perros, me quedaba como suspensa en el aire, como si mis pies se soltaran del suelo por instantes… 

¡Me encantaba cuando me dejaba entrar con ella en el gallinero para recoger los huevos!  

... quizás porque de ella me llegaba un aroma a libertad inmenso que me hacia soltar anclas y soñar. Pienso que para su generación la palabra libertad era más que una palabra y quizás por eso el aroma a libertad vivía en sus poros. También la recuerdo como una mujer fuerte, independiente. Que resolvía sus problemas, una mujer a quien no le gustaba dar ni recibir órdenes y que también tenía sus momentos de testarudez.

Se que parte de mis recuerdos son fruto de mi imaginación, los años que compartí con en ella era muy pequeña, pero para mi son verdaderos y sobretodo son raíz-alimento. En efecto, mi bisabuela-materna era-es una mujer inspirada, sensible y emotiva pero a la vez  hecha para la lucha. De carácter especial, ya sea porque es esencialmente independiente, reivindica una cierta diferencia mediante una originalidad vestimentaria e una sabiduría con olor a tierra.  En efecto, Veneranda era bastante desconcertante e indefinible: comunicaba poco, deseaba que la descubrieran, y se decepcionaba cuando no la comprendían. De hecho, en el fondo era muy determinada, ¡y tenía una gran voluntad!

La memoria y sus recuerdos giran en espiral… empiezas con unos “zapatos que suenan” y terminas en el ombligo de tu bisabuela.
Hoy recordandoME…recordando mis “zapatos que suenan”… recordando el olor de mi bisabuela… encontré mis zapatos de mujer. Y aunque han pasado los años sigo prefiriendo las zapatillas a los zapatos, ero estas suenan. 



Um abraçO
Aida Suárez©Agosto, 2012

Aqui fica um conto "Cuca Resendiz"  narrado por Martha Escudero. 



Cocinando en la cocina de carbón: El Vuelo


 RecordandoME no olvido y vuelo

“Somos menos libres de lo que creemos, pero tenemos la posibilidad de conquistar nuestra libertad y de salir del destino repetitivo de nuestra historia si comprendemos los complejos vínculos que se han tejido en nuestra familia”.
Anne Ancelin Schützenberger

Nestes dias lendo e ouvindo contos, recordandoME e recordando as minhas mulheres, viajando pelos meus contos, viajando pela minha história, reencontro-me com as tonalidades que a desenham e redescubro as cores dos factos-acontecimentos que se repetem, das datas ou das idades que desenham a teia das minhas ancestrais. Vejo como (sem me precatar de que o faço) a tendência-armadilha é para contar os mesmos contos que elas… talvez seja a minha forma de honra-las e ser-lhes fiel. Aproximo-me um pouco mais do meu rio-memoria e sinto como esta lealdade é falsa, é um espelho mágico que me engana quando lhe faço preguntas vãs.

«Espejito, espejito ¿quién es la más amada de este reino?»

Mas esta lealdade que se repete geração pós geração, útero pós útero… é a que empurra a minha linhagem ovárica a acolher o desejo inconsciente de não estar por cima do homem (do pai, do marido…) ou a de casar com príncipes oxidados, achando que são cintilantes cavaleiros ou a de dar a luz mais meninas que meninos ou isto ou aquilo…
Intuo que esta lealdade excede os limites do verossímil: Conhecem a história da Vendedora de Fósforos? E a da Capuchinho Vermelho? Pois é, na minha família umas são meninas que “morren” congeladas e outras devoradas pelo lobo. Como mulheres estão impulsadas por uma poderosa e inconsciente fidelidade a sua/nossa família e tem uma grande dificuldade em inventar algo novo!

Mas por entre os flocos de neve e as dentuças dos lobos, descubro meninas na minha família (mulheres) que usam ou tentam usar a capa vermelha de outra forma, não para se esconder detrás dela mas para voar como mulheres conscientes e recuperarem e restaurarem a coragem de olhar do outro lado do espelho. Para recuperar a coragem de entrar no bosque e desarmar as ratoeiras que se apresentam em forma de doenças, mortes, abortos naturais ou acidentais, abortos provocados e adopções, abandonos, violaçõesadultérios, acontecimentos secretos, filhos bastardos e maridos alcoólicos.… Todas estas vivências são o suficientemente dolorosas como para que nenhuma as queira mostrar. Mas uma vez no bosque já não podemos fechar os olhos porque o espelho responde-nos com outra pregunta:

«O que acontece quando por vergonha, por medo ou conveniência, não falamos das violências que sofremos, ou de um abandono ou desaparecimento suspeito, ou das falhas da mãe ou…?»

O silêncio que se faça sobre a adição de uma mãe ou o abandono de um filho ou de um nascimento estranho ou da violação de uma criança ou das tareias que uma prima recebia do marido ou qualquer outra ferida escondida, criara uma zona de sombra na memória-útero das próximas mulheres da linha genealógica materna, quem para cobrir esse vazio e preencher essas fendas, repetira no seu corpo ou na sua existência o drama que se lhe tenta ocultar. Ou seja, casará com o príncipe oxidado e será uma “boa” mulher ou então, desperdiçará a sua vida procurando ser a metade da laranja e não a laranja inteira, tudo o que faça será como forma de incluir os sucessos anteriores, transgeracionalmente esquecidos.

Por isso tento não me esquecer que…

… no útero da minha mãe eu sonhava o que ela sonhava e foi no seu útero protector que pude ver todas as imagens do seu inconsciente e do inconsciente da minha linha genealógica materna por isso quando me deram a minha primeira capa vermelha, ainda criança,  fiquei feliz por fazer parte da sua historia mas sabia que dentro de alguns anos eu teria de descobrir a minha própria maneira de usar a capa vermelha. Naquela época não sabia como se iria desenrolar o meu conto-vida mas descobri precocemente o fim que quero que tenha:

«Y ella vivió feliz por siempre, teniendo sexo como deseara, usando la ropa que ella quisiera y sin importarle una mierda lo que la gente pensara.»



Um abraçO

Aida Suárez© Agosto, 2012

Cocinando en la Cocina de Carbón: La Lección


RecordandoME aprendo la lección

Aunque me cueste admitirlo, la vida nos separó más de lo que nos separará la muerte

Tardes suaves de final de Verano envueltas en cuentos e historias, con encuentros inesperados con unos y con otros que me hablan de él y me hablan de un él que yo apenas conozco… quizás si yo les hablara del que yo conozco ellos también se sorprendería por descubrir una persona que apenas conocen.  

Lo curioso… es que… llevo unas semanas largas hablando con mis mujeres-amigas sobre el “malo amor” que hay en los tiempos que corren y como sorprende el “buen amor” cuando avistado. Aunque sé que hay muy “bueno amor” por ahí también sé que la mujer fue dividida y mientras se busca para completarse “ama demasiado” y los hombres fueron amputados en su aspecto femenino y por eso “no saben como amar”.

Me cuesta escuchar que él sabe amar… que a su manera amó, que a su manera ama, cómo pueden decirlo…  cómo puede él decirlo… cómo pueden evocar…  cómo puede evocar…  así, livianamente,  a una mujer ¿qué se ama, que se amó? ¿Cómo lo hace sin reconocer que fue más allá de la equivocación?
Todos nos equivocamos alguna vez, o varias, pero hay quien va más allá del equivoco y él es una de esas personas. Creo que los hombres son proclives a eso de ir más allá del equivoco, sobretodo los que no conocen el amor desde otra trinchera que no sea el machismo, pero no hablo del macho biológico, sino del cultural. Pero esto no les preocupa porque sólo creen en lo que dicen y hacen. Es una terquedad elegante, un imán que atrae a algunas mujeres y les roba su identidad… Cuando le robas la identidad a una persona, la hieres de muerte; más aún cuando ésta no lo nota. Él vendió la identidad de ella a pesar de que la amaba, a sabiendas de que simultáneamente hacía lo propio con la suya. ¿Eso es amor?

Miro hacia atrás y lo único que veo, que siento es que de alguna manera, durante una época, fuimos las marionetas de la tristeza, la soberbia, la ignorancia, los errores de aquella supuesta historia de amor… ¿y los aciertos, la humildad, la felicidad?
Un recuerdo, un amor, una pasión, una familia, un padre pero no nos lo dijeron a tiempo. Hay distintas velocidades para vivir la vida, en algunas de ellas este tipo de preguntas no se hacen.

En aquel tiempo no sabia explicarte lo que para mi era la felicidad…  estaba para mi suspensa en la copa de un árbol, en la hoja más alta que baila con la brisa del viento.
Me parece que la felicidad, la de cada uno, es igual a esa hoja. Hay que subir a lo alto del árbol y colgarse de la rama más alta  como una hoja y sentir la brisa-vida, bambolear  juntitas, tocarla, sentirla en el cuerpo. Subir al árbol y regresar. Puede ser que al otro día que regresemos la hoja se tenga desprendido y volado lejos, y aunque suelen (re) nacer otras en su lugar tal vez nosotras no lo hagamos, quizá ya no seamos las mismas ni ella, ni nosotras después de renacer.

En mi memoria una mujer y un hombre que hoy son dos seres muy diferentes a los que recuerdo.
Ella… Mujer, madre y amante de las flores, que ve cómo su mundo se desmorona ante la fatal reacción de su cuerpo tras años de “malo amor”. Su vida se vuelve un ciclón sin rotación que encuentra algo de pausa poquito a poco, muy poquito a poco. 
Él, hombre, padre y tanguero, que ve cómo su mundo se desmorona ante su avasalladora relación con el alcohol y su necedad para reconocer que fue más allá de la equivocación y frenar… parar de hacerlo una y otra vez. Su vida se vuelve un ciclón sin rotación pero no lograr encontrar algo de pausa.

Hasta hace un par de años quería saber, conocer y entender todo sobre esta relación, en una tentativa de ganar sabiduría y herramientas contra el “malo amor”, no veía murallas. Leía y leía, veía en todas direcciones buscando significados y acuñando símbolos. No es que ya no lo haga, pero la intención ha cambiado. Ahora miro a los ojos de ese hombre y descubro que el me guió, sin saberlo, hasta Lilith, esa mujer que vive desterrada en alguna parte del cuerpo-mente de todas las mujeres… cuando me di cuenta de ello me sentí agradecida, descubrí lo que este padre equivocado, “que me toco”, me enseño “(…) desde entonces (sé que) hay dos tipos de mujer sobre la tierra: las de Eva y las descendientes directas de Lilith. (…)”, y a mi, solo a mi, me toca escoger en cuál de esos dos campo me ubico. Aprendí que lo que necesito es tan pequeño y secreto, que no lo iba a encontrar muy lejos de mí… ni en ningún amor que habite fuera de mi cuerpo.  Ya no me interesa saber el Todo, el Cosmos, la Vida, la Humanidad… qué sé yo. Después de todo: …es muy poco lo que podemos entender, y a cada uno nos corresponde una parte de ello.


Um abraçO
Aida Suárez©01 de Setembro, 2012 

Aqui fica um conto "La Lola" um conto de uma mulher que amou demais, narrado por Martha Escudero.




Brujerías Deliciosas: Lentejas


Voy a comenzar esta sección de cuentos y comida con un plato de lentejas… ¿Qué porque? Pues sencillamente por que las lentejas me traen recuerdos…. 


En verdad, nunca me han gustado las lentejas.
No fue hasta que por algún motivo que desconozco las empecé a echar de menos y me entraron unas ganas de comérmelas.  Cuando era pequeña  ante la perspectiva de un plato de lentejas como primero, me desanimaba. Sin embargo ahora, es meterme una cucharada en la boca y empezar a rememorar más y más las comidas de mi abuela, de mi infancia, esos platos de puré de lentejas que por entonces me comía a regañadientes y que de repente me parecen más exquisitos que el mejor caviar o ostras (que conste, nunca he probado caviar ni ostras!!). Yo, que siempre he renegado de las lentejas, nunca pensé que estaría haciéndolas y aquí me tenéis, ¡feliz comiéndomelas!!!  No es la primera vez. De hecho, se lo cuento a mi abuela y no se lo cree… “Con la piruetas que hacías p’a no comértelas de pequeña!!!
Ingredientes (para 5):

4 y 1/2 puñados de lentejas
1 zanahoria
1/2 tomate
1/2 cebolla
2 dientes de ajo
1 hoja de laurel
1 cucharada pequeña de pimentón
Aceite de oliva
Sal
Agua

1 – Hay que dejar las lentejas en agua toda la noche. Justo antes de usarlas, tiramos el agua y las ponemos en una olla con agua nueva a cocer. Picamos todas las verduras y las incorporamos a la olla (el ajo lo cortamos sin pelarlo) junto con el laurel y dejamos cocer durante a fuego medio.

2 – En una sartén, calentamos un chorro de aceite de oliva y sofreímos el pimentón con cuidado de que no se queme, para que no amargue. Después, lo incorporamos a la olla y removemos para que se mezcle bien. Si hay que incorporar más agua a las lentejas, es importante que esté caliente (consejo de abuela). Listo

RecordandoME la Recorde

Espreitando fotos antigas, recordando aromas e sabores à minha memória chegou a "cocina de carbón" da cozinha da minha avó… 


Para “atizarla” usávamos principalmente o carvão ou a lenha. A comida tinha outro sabor mas o que mais me lembro é o calor que ela desprendia nos dias de Inverno aquecendo toda a casa…. Aquecendo as longas tardes de conversas, risos, (as vezes choros) brincadeiras, costuras…. na cozinha da minha avó. A cozinha era o lugar da casa onde passávamos mais tempo, principalmente no Inverno, pois era o lugar mais quente da casa. A mesa da cozinha servia de secretaria para fazer os deveres, servia para jogar ao “Parchís” e “La Oca”…para cortar um "patrón" para um novo vestido... servia para tudo.

Lembro-me de estar sempre colocada sobre a “cocina de carbón” uma ou duas panelas grandes com agua… para ter sempre agua quente e aproveitar o calor. Da tarefa de estar a deitar carvão ou lenha  a cada momento para que não se apaga-se e poder manter a casa quente de dia e de noite era principalmente do meu avô. 

E neste aconchego promovido pelo calor da nossa "cocina de carbón" começo esta viagem pelos contos que me habitam.
Esta viagem-projecto pretende ser uma viagem pela terra dos meus contos internos: acontecimentos curiosos, vivências familiares, velhos e novos livros, reflexões, recordações… coisas e emoções do dia a dia.

Espero que façam boa viagem
Um abraçO

hr-line